Cuántas veces no hemos escuchado decir frases hechas sobre el amor como “te quiero un montón”, “te quiero de aquí a la luna y de regreso”, “te quiero un chingo y dos montones” o hasta el reciente “te quiero mil”, entre muchas otras. Sin embargo, pocas veces reparamos en si estas frases son aplicables con la realidad. Es decir, ¿es el amor algo que pueda ser medido como una cantidad, una distancia o cualquier otro fenómeno conmensurable?
Y es que no sé por qué razón —bueno, sí sé, por practicidad—, el ser humano se ha acostumbrado a vivir regulado por jerarquías sociales, culturales y de género: sacamos estadísticas de todo, calificaciones, marcadores, pesos, temperatura, distancias, etcétera. Esta práctica ha alcanzado los terrenos del amor. No es raro escuchar comentarios como “es que no me quieres tanto como yo” o viceversa. Lo único que ha faltado es inventar una unidad de medida de tan complejo sentimiento. De ser así, sería de lo más común oír o leer algún diálogo como el siguiente
[1]:
—Pero Romualda, ¿qué no te das cuenta cuánto te quiero?
—Pues eso no es lo que dicen los 20 ºY que marca el erómetro que me regaló mi mamá. En cambio yo, Clodomiro, siempre he marcado por arriba de los 80 ºY a pesar de tus groserías. Como consecuencia de tener un sistema así, con un poco de sentido matemático podrían surgir leyes y teorías acerca del amor llenas de variables X, Σ y μ. Al iniciar una relación se podría comparar el número de grados amóricos que cada persona tiene y así, después de realizar una función algebraica, obtendrían como resultado si es conveniente o no aventurarse a estar juntos.
Cualidad viene del latín qualitas, y ésta deriva de qualis (cuál, qué). Aristóteles dice en el libro 5 de su Metafísica “cualidad es la diferencia o característica que distingue una sustancia o esencia de las otras”, y en la Lógica señala que la forma sintética de la cualidad no puede reducirse a sus elementos sino que pertenece esencialmente al individuo y es la que hace que éste sea tal o cual. La cualidad es subjetiva. La cualidad da identidad.
Regresando a la realidad, vemos que no contamos con herramientas que midan el cariño —hay algunos detractores de esta teoría que arguyen que los detalles “románticos” (muchas veces materiales), las palabras “románticas” (sigue siendo materia sonora), u otras formas “románticas”, sirven para corroborar que alguien lo quiere a uno mucho o poco—. Pero señores, señoras, el amor es un fenómeno cualitativo y tenemos que constreñirnos a lo que sentimos y a lo que nos produce tal sentir… va a pasar mucho tiempo para que el erómetro aparezca, y sé que en algo estaremos de acuerdo: nadie quiere que llegue ese momento.
[1] Para que el diálogo sea verosímil propongo las siguientes nomenclaturas:
a) Grados amóricos ( º Y)= unidad de medida del amor.
b) Erómetro (de eros ‘amor’ y metron ‘medida’) = Artefacto pata medir el amor.