martes, 27 de marzo de 2007

¡Toma!

Para continuar con el buen humor del día subo esta foto que lo dice todo: estos dos tipos representan el sentir de millones de mexicanos. La foto me la pasó el buen Cheto, quien a su vez la encontró "googleando" al poner en el buscador "mocos, puto" y lo primero que salió en la sección de imágenes fue esto:


Hahaha

Este video es terapéutico. Cuando se sientan enojados, cansados o tristes, chéquenlo y se sentirán aliviados.
Ahora yo estoy cansado, es casi la una de la mañana y me encontré este video y me estoy cagando de la risa, ¡es contagioso!

viernes, 9 de marzo de 2007

Con el perdón...

¡Estoy que me carga la verga!
Tan encabronado estoy que ni siquiera puedo explicarlo, quizá en otra ocasión cuente el porqué este día no fue mi día.
Sólo quería desahogarme.

martes, 6 de marzo de 2007

80 años de Gaboedad


Motivos sobran para hacerle un pequeño homenaje a Gabriel García Márquez en éste, su 80 aniversario, y sé que este post resultará trillado pues el día de hoy en todos los periódicos y noticieros fueron estelares las notas acerca del cumpleaños del colombiano ganador del Nobel de Literatura. Aun así me animé a rayar algo sobre él porque es piscis, porque me incitó a leer en mi adolescencia y porque la foto que encabeza este escrito y la historia que la acompaña están chidas.

Recuerdo que tenía como 13 años cuando mi mamá llegó de su trabajo con un librote amarillo como regalo de nada, simplemente un regalo (de los que más valen, porque cuando hay motivos suelen ser obligados). Se llamaba Cien años de soledad y lo escribía Gabriel García Márquez, el mismo autor de un libro que había visto en la cama de mi tía Alma cuyo título también había llamado mi atención (Crónica de una muerte anunciada), así que no era del todo desconocido y ya en documentales o periódicos había leído sobre él, pero fue ese día cuando por fin tuve algo suyo en mis manos.

Lo primero que pensé fue que contenía muchas páginas (436 en esa edición) y que me llevaría mucho tiempo leerlas, sin embargo quería hacerlo pues días antes había visto en la televisión que alguien la recomendaba (algún famosillo pendejo, shame on me!). Decidí entonces comenzar la aventura de leer mi primer novela de grandes dimensiones hace poco más de diez años. Hasta este momento me doy cuenta que el 95% de literatura lo he leído en estos últimos 10 años, qué sorpresa. Y no, no me avergüenza decirlo, no fui un niño enfermizo que se la pasaba leyendo a Mark Twain en su infancia, o descubriendo a Jules Verne a sus ocho años. No, yo jugaba nintendo a veces, o echaba el fut en la calle con mis vecinos, o hacía otras cosas normales y dignas de esa edad como ver la tele.

Recuerdo, pues, que mis rutinas de lectura eran como de 5 páginas al día, a veces más a veces menos. Leía antes de dormirme o cuando entraba al baño (expláyate, Neto). Siempre acompañado de un diccionario para ir conociendo más palabras e ir entendiendo mejor la trama. Conforme iba conociendo a los Buendía y me internaba más en Macondo, la expectación aumentaba. Era algo nuevo para mí, literatura de a de veras. El realismo mágico se me presentaba como un género muy agradable y accesible para esa etapa de mi vida. Disfruté y sufrí cada generación de los Buendía.

Después de cinco o seis meses la terminaría, finalmente. Había sido como un reto y como tal al final dejaba un buen sabor de boca. Ahora ya podía decir que había leído una novela. Ahora ya podía decir que había leído al Gabo.

Hace un par de años mi mamá me pidió ese libro para leerlo. Lo encontré aunque en muy malas condiciones (víctima de una inundación), las hojas en mal estado, dobladas y manchadas, pero creo que por ahí está todavía. Eso espero, pues tenía la dedicatoria de mi progenitora que, aunque simple, la recuerdo como el señalamiento que guiaría mis días postreros: la invitación a la literatura.

viernes, 2 de marzo de 2007

Sueñología



Hace ya más de un mes vi en el cine la última película de Michel Gondry, La ciencia del sueño, en donde actúan Gael García y Charlotte Gainsbourg. Salí de la sala con un buen sabor de boca: una comedia romántica sencilla pero con demasiada originalidad en lo visual, como acostumbra Gondry.


Para criticar películas donde la trama es de la vida cotidiana o amorosa, uno generalmente se guía y ejerce dicho análisis por medio de la identificación que tenga con el protagonista. En esta película me sentí identificado —como seguramente lo habrán estado muchas personas que gocen de los temas oníricos— por el hecho de que su vida está fabricada por esa mezcla de sueños y realidades, además de que también Stéphane (así se llama el güey) labora en un trabajo mediocre. Bueno, son dos coincidencias, aunque la que me hizo escribir esta entrada fue la primera, la referente a esos sueños raros. Gondry llega a transmitir con maestría sin igual la manera en que se nos presentan muchas veces los sueños. Y bueno, mi intención no es reseñar la película, para eso mejor véanla, es muy recomendable y entretenida.
Mi intención es otra: hace unos días estaba revisando y eliminando archivos en mi computadora y me encontré con un bloc de notas en el que escribí hace más de un año. Fue una mañana de fin de semana, eso lo recuerdo, me levanté con el sueño que acababa de soñar muy fresco y afortunadamente mi hermano había prendido la computadora, por lo que de un salto llegué y me puse a vaciar todo lo que recordaba; a pesar de ser un par de sueños muy extraños, tenían cierta lógica —o quizá al narrarlos se la di—. A continuación los textitos inéditos.

Sueño Núm. 365436843
Llegué con Rafael hasta la esquina del parque, donde en una mesita y a la luz del medio día el maestro Quéchol jugaba ajedrez contra un contrincante burócrata. Eso de decirle maestro no es cuestión de jerarquía, sino más bien porque fue mi maestro en la preparatoria, pero en realidad es un pobre pendejo. Nos acercamos y rectificamos este último epíteto al ver que sus jugadas eran tan pueriles que se regalaban peones entre ellos e incluso lo cantaban como si con eso fueran a ganar el juego. Pero no discuto temas de ajedrez cuando sé que no soy tan ducho en eso. Comenzamos a platicar, y al mencionar al maestro Hassler (éste sí Maestro en jerarquía y por méritos propios), escuché que el pendejete de Quéchol lo adjetivó como un "cerrado y normativo". Salté en su defensa y dije "¿Normativo? Al contrario, Hassler es el profesor más abierto e inteligente que he tenido". "Qué clase te dio?", me preguntó el gordito mamón, profesor de prepa, "sociolingüística, y justamente ahí nos explicó cómo podemos ser tolerantes y tener un criterio abierto en cuanto a las variantes lingüísticas." Luego, Quechol argüyó un comentario en contra de Hassler que, sin saber por qué, me dejó mudo. Ya no pude responderle nada y quedé como un pendejo ante Rafael y uno o dos burócratas más que se habían juntado para escuchar las sandeces de su maestro Quéchol. Después, en el momento en que buscaba algo para refutarle, Quéchol se levantó y comenzó a bailar como Michael Jackson y a contar chistes para el agrado de la concurrencia. Me sorprendió cómo un pendejo podía llamar tanto la atención y llegué a sentir envidia, pues hasta Rafael reía. En cambio yo me quedé humillado en pos de la defensa de la tolerancia lingüística. Preferí levantarme de la caja llena de papeles de archivo en que estaba sentado y caminé hasta encontrarme en un estacionamiento, que más bien parecía bodega. Ocupé un mejor lugar, una cubeta, y junto a mí se sentó el contrincante de ajedrez de Quéchol. Veíamos cómo a un lado la gente se divertía en un rave, o quema, o algo entre los dos, donde lo que los hacía comunes era la juventud y el alcohol. Quise hablar con el burócrata y defender mi punto de vista hacia Hassler, pero tan pronto fui armando un juicio más coherente, el burócrata le llamó a un amigo y vilmente me dejó hablando solo. Me sentí más frustrado, aunque ahora sabía que tenía un juicio irrebatible en contra de Quéhcol, aunque seguramente quizá nunca nadie lo escuchara.

Después seguí soñando esto, aunque ya lo considero como otro sueño...

Cadena de sinapsis
Me acerqué al "mosh pit" a servirme un vaso de algo. Un conocido de antaño me gritó: "no mames, hay que fumar! No están nuestros papás". Yo busqué entre mi bolsillo y encontré el cigarro light que había robado a mi mamá. No quise preguntarme cómo no se había estropeado allí, y lo puse en mi boca. Pronto se acercaron dos chavos mamones juniors-like a ofrecerme fuego y a decirme que ahí tenían lo que me hacía falta para ayudarlos. No tenía idea a qué se referían, ni siquiera los conocía. Sólo sabía que era del tipo de gente que me caga los huevos. Sacaron un artefacto extraño, entre teléfono móvil, juego de video portátil y reproductor de mp3. Nunca había visto uno igual, sólo vi que en su pantalla venía una imagen que se movía y palabras. "Órale, cámbiasela", me dijo Giancarlo, el único que conocía de vista. "No sé cómo". "No seas pendejo, mira" Sacó el suyo de su bolsa y me fue diciendo lo que tenía que hacer. Estaba entre 4 ó 6 juniors y todos me presionaban. Sólo quería terminar de "ayudarlos" e irme a donde estaban mis amigos. Cuando estaba a punto de apretar por primera vez el botón, se acercó una chica un tanto histérica. Nos separaba un auto a ella y a nosotros. Se abalanzó encima del cofre y me dijo "Hey, presiona la alarma de ése, por favor. Dónde lo compraron?" Yo hice lo que me dijo sin saber cómo, sólo apreté un botón que venía atrás, y sonó una canción con una voz personal. Al mismo tiempo los juniors se ponían nerviosos y enojados conmigo. Ahora me daba cuenta, ellos habían robado ese aparato y me querían a mí para cambiarle la configuración. Yo no era partidiario de eso y rápido le di el celular-game-mp3 a la chica. Lo único que vi al voltear fue que todos ellos venían contra mí. No me importaba, inclusive quería partirme la madre con ellos. Los vi acercarse en cámara lenta y a Giancarlo, que venía hasta adelante, lo prendí con un chingadazo en la cabeza, pero no fue suficiente pues pronto todos ellos comenzaron a jalarme y a surtirme de golpes. Yo me rifaba dando golpes a diestra y siniestra, incluso le pegué a alguien que me había ido a ayudar. Ahí fue cuando vi que varios de mis amigos se habían metido. Cuando pude sacar la cabeza de la turba le chiflé a Paco, ya que él tenía fama de madreador. Vi cómo se acercaba, sin preocuparse, lentamente, pero con una postura de seguridad. Entonces fue que confié en que ya todo estaba decidido y lo único que hice fue regresar a partirles su madre a todos los pendejos esos. Estaba buscando entre las bolitas a Giancarlo. Quería patearlo. Pateé a alguien, pero parecía que no era él. Luego pateé a otro sólo por tener la camisa del América puesta. Pero después de la patada vi cómo Palafox me decía "Leve, leve. Éste wey se está ahogando" Entonces vi que el americanista estaba enconchado y vomitando sangre. Lo dejamos ahí, que se recuperara y nos fuimos. Se arregló el problema, y todos salimos.
Cuando íbamos saliendo del lugar ya era de noche. Luis y yo íbamos campantes para adelantarnos, pero vi a cuatro cabrones enfrente muy sospechosos. Entonces le dije a Luis que mejor esperáramos a todos pues seguramente nos estaban esperando afuera. Pasó junto a mí una amiga que no vi quién era y me dio un beso en la mejilla al despedirse. Después oí que me gritaban, volteé y era Viry y dos de sus nuevas compañeras de trabajo que me esperaban enfrente. Fui pronto a verlas. Las saludé a las 3 y les dije que nos habíamos peleado. Me preguntaron que por qué, y comencé a relatarles la anécdota. Les dije "Pues estaba sentado y se me acercaron unos güeyes a pedirme que les cambiara la configuración a una madre que es entre celular, juego de video y mp3 player. Bueno, es que ya saben que en los sueños inventamos cosas medio raras". Ahí fue cuando me di cuenta que todo había sido un sueño. Quise seguir mi relato, un tanto nervioso dije "Eh, creo que ya se dieron cuenta que fue un sueño". Entonces una de ellas dijo "Sí, pero no importa, sigue".
Entonces todo había sido un sueño. No. Todo seguía siendo un sueño. Al estar con ellas ahí, era un sueño. Sabía que estaba soñando y que lo que había pasado antes lo había soñado. Que contaba un sueño dentro de mi sueño. Luego me pregunté cómo el cerebro es tan astuto para hacer unas sinapsis donde una parte de tu sueño se sepa soñada, y aún así se siga estando soñando. Así comenzó la cadena sinfín de sinapsis para darme cuenta de cómo me puedo saber dormido, pero no despertar del sueño.
NOTA: Cabe mencionar que sólo una sinapsis no ocurrió a la perfección en mi sueño, y fue precisamente la de autonombrarse ya que en el sueño yo les decía "sinepsis" o "sinopsis". No cabe duda que las sinapsis no se autorreconocen o son tan chingonas que se hacen pasar por espías para no saber cómo operan hasta cuando uno menos lo espera.