jueves, 25 de febrero de 2016

Que diez años no es nada

Escribo desde el piso de mi recámara, con el celular. Veo el techo reflejado en el espejo porque me duele la espalda y hago estiramientos para menguar la molestia.

Escucho a Ikira Barú luego de revisar mi último post, y ponerme a buscar más boleros.

Cambié la apariencia del blog para tratar de animarme a escribir más. Dicen que sirve para salir del hoyo de inactividad cuando se escribe una tesis.

Yo escribo una desde hace un año. Estudio literatura en Estados Unidos porque quiero ser maestro en alguna universidad de acá... O de donde sea. Pero de acá de preferencia (excepto si Trump envenena la mente de la cantidad suficiente de personas que lo podrían hacer presidente, en ese caso, me daría miedo vivir aquí).

Me duelen los brazos porque la sangre no sube cuando escribes con el teléfono en el aire. Me mudo al escritorio.

Aahhh... Aproveché para quitar a esta Barú que ya me hartó después de tres canciones. Regreso a Beny Moré. Dice que los mexicanos bailan bonito y sabroso el mambo. Qué triste. Me gustaría saber bailar mambo así.

Algo de lo que dice me recuerda a mi tesis. Ando buscando novelas y películas producidas en este siglo que ponen en cuestión "lo nacional". Aunque quiero convencerme de que la tesis es más compleja que eso. Ya se verá.

Pensaba también que la primera entrada de este blog nació en el escritorio de una oficina. Diez años después, publico uno desde mi celular, a kilómetros de distancia. ¿Qué tanto habré cambiado en estos casi diez años? Por ahora la respuesta más inmediata a esa interrogante me la da la necesidad de volverme a estirar para que no me duela la pinche espalda. Horas nalga, que le llaman. ¿Cuántas habré sumado en todo este tiempo?

Bueno, estas líneas tenían la intención de probar escribir desde el aparato este. Igual y así transmito más ideas. Igual y no.