martes, 3 de marzo de 2009

Throwing the rind

Después de muchos, muchos meses, volví a tocar un balón de futbol, y por primera vez, echando una cascarita con una mayoría de gringos. Fue realmente algo nuevo en muchos sentidos. Es decir, las reglas del futbol de salón son básicamente las mismas, pero la manera en que la gente lo juega, se siente diferente.
Para empezar llegamos tarde al gimnasio y tuvimos que llenar una hoja donde estábamos de acuerdo en que si sufríamos algún accidente, la universidad no se haría responsable, etc. Fue lo único que quise leer. A todo lo demás le puse que sí y lo firmé. Yo quería chutar, no firmar contratos. Una vez que nos dejaron entrar, sin antes avisarnos que para los datos que faltaban nos llamarían a la casa para confirmar, nos acercamos a la parte del gimnasio donde, en cada extremo del ancho del lugar habían colocado sendas porterías. Ya siete jugadores de cada equipo había comenzado a tocar el balón. Mientras Carlos y yo nos quitábamos los pantalones... (ok, eso se leyó muy puñal). Mientras el parcero y yo nos poníamos cómodos para entrar al terreno de juego, espeté "¡hay reta!", pensando que al menos el colombiano entendería mi chiste, pero nada pasó. Después de explicarle el mexicanismo, el chico que nos invitó a jugar nos dijo "Carlos, you go with the ones in white, and Luis with the ones in dark", ya que mi camisa era azul y la de Carlos ligeramente gris. Me dije "¿Quién necesita uniforme, si al gol unos se pueden quitar la playera?" Pero aceptamos y entramos.
Los primeros 3 minutos pasaron y ambos ya estábamos sofocados. Me acerqué a Carlos y le dije "Wey, ¿sabes cómo se dice "punteadita" en inglés?, ¡porque ese cabrón me mandó a la guerra!". Y el otro; "¿Punteadita? ¿Cómo así, huevón?". "Nada wey, nada... (me desmarco). Ira, ira, i'm alone, i'm alone, touch it! TOUCH IT! ¡Me lleva la vergaaaaaa!".
Pasaron quizá otros 7 minutos y la saliva comenzó a secarse en la boca. Me di cuenta que el suelo estaba muy limpio para mancillarlo con un charquito blanco. De nuevo pensé cómo hacían estos cabrones. Hasta los futbolistas de la tele escupen. Me la tuve que tragar.
Después de mis inútiles intentos de pedir el balón con traducciones literales, me rendí y comencé a jugar callado, haciendo ruidos con la lengua, chiflando, o simplemente diciendo "hey, hey". Eso de la jerga futbolera es algo interesante y no se aprende más que jugando y viendo qué significa cada palabra. Por ejemplo, después de que un contrincante despejó un centro de un cabezazo, vi el balón venir, elevado, hacia mí. Era cuestión de matarla con el pie, alzar la vista y abrir juego. Pero justo cuando "fildeaba" el esférico, alguien de mi equipo gritó "Time, time", lo cual me distrajo pues pensé que querían detener el juego, así que bajé el balón y no di el pase, y alguien más me quitó la pelota de los pies. Carlos estaba cerca, y le dije "No mames culeros, ¿quién dijo "pido"?". "¿Quién dijo qué?" "Nada, pinches tranzas". Minutos más tarde, noté que se decía "time" cuando la persona que recibía el balón estaba solo y tenía tiempo para pensar qué hacer con él. "¿Y el "no te llegan", dónde quedó?". También me di cuenta del valor de una preposición en el inglés (time vs time out).
Transcurría el juego y noté que éramos un chingo. Luego pensé, en México, de estos 16 saldrían 4 retas, a dos goles. Pero no me quejé, pues mi condición física se acoplaba mejor a un equipo numeroso. Y luego, cuando Carlos voló como por quinta vez el balón dándole un uñazo, me dijo "Marica, es que este fútbol se juega con un balón más pesado. Éste está muy rápido, ¿no cree?" Yo asentí, aunque también pensé que quizá debía modificar un poco su técnica de golpeo.
Los gringos no jugaban mal, eran rápidos, hacían a veces buenas paredes, pero sí reflejaban algo de lo que vemos en los partidos profesionales: el contragolpe. Les encantaba mandar balonazos al delantero quien, muchas veces, la cagaba. Además, les falta ese "joga bonito", que no sólo los brasileños tienen, sino también muchos futbolistas frustrados latinoamericanos tenemos. El hacerla chiquita, encarar, intentar un túnel, una bicicleta, hacerla de sexto año. Vi tan sólo dos jugadas más o menos así en hora y media del partido.
El water break llegó. Tomamos agua del dispensador que estaba a un lado. Ni modo, no había ninguna tiendita cerca que vendiera Jarritos de rojo. No hubo chutes a la portería ni reunión para comentar algún gol, o burlarse por el fallo de alguno en el entretiempo. 5 minutos y ya habían cambiado de cancha. Ahora chutaba para abajo.
No había jugado tan mal y ya me había ganado la confianza de más de uno para pasarme el balón. Pero ninguno me llamaba ni "blue", ni "dude", ni nada. Necesitaba la imprecación del desconocido gritándome "chavo", ya que mi playera carecía de número en la espalda.
En cuanto al "fair play", lo desempeñan bien. Hubo dos faltas, y una de ellas no había existido, bajo mi criterio. Nadie se echaba cuerpo ni se jalaba la camiseta. Lo más rudo que vi fue cuando retrataron a Carlos en los huevos, pero las risas que se escucharon no fueron suficientes.
Nosotros ganábamos por varios goles, y de repente uno de los de mi equipo dijo, no me acuerdo cómo, en inglés "2 goles gana". "No chingues, ¡si vamos puteándolos! Eso sería un gol gana para nosotros, y 3 para ellos", pensé. Pero seguimos jugando. Metimos el primero, luego ellos nos igualaron y, finalmente, después de un mal despeje al centro de nuestro defensa (porque no había portero, aunque nunca escuché que dijeran moveable goalkeeper), un pinche pelirrojo del otro equipo la recibió y tiró desde muy lejos incrustando el balón en nuestra red. Yo quería decir que era "too far, no mamar", pero esperé que alguien lo dijera en buen inglés. En vez de eso, todos comenzaron a caminar y a darse la mano, felicitándose por el buen partido. No hubo reclamos. ¿dónde había quedado la pasión por tratar de ganar el encuentro? Tampoco me quejé.
Todavía hubo tiempo para jugar algo más. Vi que se ponían en círculo y me acerqué. El juego se trataba de dominarla, primero dando un toque, luego dos y luego tres, cambiando esta regla cada que uno que la cagaba. El que la cagara 4 veces, me explicaron, se pondría en la pared para que todos los demás intentaran retratarlo. Esto sí me gustaba, pero lo hacían muy... ortodoxo.
Perdieron dos güeros y nos apuramos a dispararles, ya que las personas encargadas del gimnasio ya habían comenzado a apagarnos las luces. Nadie les atinó.
Finalmente corrimos a vestirnos y nadie preguntó un "what's up dude, what's your name?, where are you from?, what are you studying". Sin embargo no me sorprendió, pues después de más de seis meses he notado que muchos americanos, y especialmente los hombres, son socially retarded.