miércoles, 30 de agosto de 2006

Still Frame

La calle Abasolo es una de las más pintorescas de Xalapa y digna de describirse, consta de dos cuadras, aunque de la que hablaré es en la que puedes hallar dulces, ropa barata, frutas, verdura, pescado, videojuegos y prostitutas. La caracteriza tambien que, cuando caminas por ahí, a pesar de que existen aceras, la gente siempre camina a media calle esquivando uno que otro automóvil que pasa para salir al "Árbol" (otro lugar característico de Xalapa del que se puede hacer una semblanza aparte), y retomar la transitadísima calle de Revolución.

No sé qué de mágico tenga esta calle, pero varias veces he soñado que paso por ahí, o que entro a alguna casa que no existe en la vida real, o que alguien me persigue, o no sé cuántas cosas más, porque no han sido pocas las veces que recurre este lugar en mis sueños. Lo que sí sé es que quien pase por ahí y observe con detenimiento todo lo que hay en ella podrá estar de acuerdo conmigo en que esa calle sería una digna locación de alguna película de Buñuel. Totalmente peculiar. No sólo por lo que se vende sino también por la gente que deambula cotidiana o casualmente por allí.

Claro, también todo depende de la hora en la que pase uno por ahí, pero pensemos en una hora pico, como las 2:30 de la tarde, que fue justamente la hora en la que caminé por ahí hace un par de días y que seguramente me convertí en un personaje más de este pasadizo de una dimensión desconocida. Me dirigía a mi casa para comer, en el iPod llevaba alguna canción del nuevo disco de Thom Yorke, creo que "Skip Divided", al ir adentrándome comencé a darme cuenta de ese místico lugar, a verlo con extrañamiento pero al mismo tiempo con cierta atracción. Pude observar a dos niños que trabajaban en alguna dulcería juguetear, a un payaso que congregaba a los desintersados peatones que pasaban cerca a aprovechar las ofertas que ofrecía dicho comercio. También vi a un hombre vestido con un atuendo negro propio de cualquier integrante de una banda norteña que caminaba bajo el sol abrasante de esas horas, cubriéndose con una chamarra de piel, pero eso sí, con su sombrero de vaquero negro, andaba como sin dirección, con una expresión llena de tristeza, sugerente de puñados de historias a alguna mente inquieta que se percatara ella. Del otro lado de la calle se oía el anuncio del pescado fresco, pescado barato, pescado sabroso que la seño tenía que llevar. Más adelante, un par de jovencitas haciendo como que trabajaban, platicando una y mascando el chicle la otra, como robots en esa tienda de ropa que poca gente albergaba. Los que sí trabajaban eran las personas que despachaban las frutas y verduras, pesándolas, haciendo cuentas y cobrando, convenciendo de que los productos estaban frescos y saludables. Al menos eso quise pensar que decían, porque no los escuché. Enseguida un local con juegos de video, maquinitas que tragaban el dinero que los niños habían ahorrado en su recreo, saltándose el desayuno de ese día o, con suerte, habiéndole robado la torta a algún amigo del salón.

Pero la escena que me paralizó y me transportó a hacer esta reflexión sobre la calle de Abasolo fue la que encontré casi al llegar a la esquina, cuando me topé con tres mujeres de la vida fácil -es un decir, porque hay trabajos más fáciles y mejor pagados como el de alzar la mano para aprobar alguna ley sentado en alguna curul-, de baja estarura (máximo 1.55 cm), vestidas con faldas negras, "entalladas", entrecomillado pues sólo en una de ellas (la gorda) quedaba a reventar, ya que en las caderas y piernas raquíticas de las otras dos era imposible que la tela se ciñera. Calzaban zapatos tenis, imitación de marcas reconocidas como puma o nike, usaban blusas con dibujos de flores de lentejuelas y chaquiras. Estaban maquilladas a más no poder, pero ni la pintura lograba hacerlas ver más jóvenes, las tres andarían por arriba de los cincuenta años. Me pareció notar que una estaba desdentada, las otras también sonreían pero sólo de una vi que tenía puentes en los dientes. La tercia obstruía casi por completo el paso de la banqueta, y mientras mascaban chicle viendo a la gente que se acercaba, aplastaban una lámina de plástico llena de burbujitas de aire, de las que se utilizan para proteger los aparatos electrónicos que se manejan con cuidado. Ahí estaban las tres, sin hablar, pero entretenidísimas reventando las burbujitas de aire, como si estuvieran disfrutando de una rica comida, o como aquel niño que entretenidísimo juega con los juguetes que le trajeron los reyes magos, así este trío de mujeres parecían divertirse, únicamente viendo la vida pasar mientras escuchaban el "pop" que hacía esta actividad tan desestresante para muchas personas, porque lo confieso, yo tampoco puedo resistirme a la tentación de reventar estas bolitas cuando llego a tener uno de estos plásticos en en las manos. Y al pasar junto a ellas no tuve otro remedio más que esbozar una gran sonrisa por la imagen que acababa de atravesárseme. Tres prostitutas cuyo solaz consistía en reventar el aire encapsulado en plástico para escuchar el "pop" que aniquila las tensiones del día. Qué les importaba que quizá más tarde fueran golpeadas por un borracho al tratar de penetrarlas, o humilladas por las miradas de las señoras santurronas que pasaran por ahí, ellas sólo disfrutaban el momento, en silencio, masticando un chicle sin sabor. Y yo tuve ganas de tomar una fotografía, de ponerle pause al momento. Pero sólo pude rescatarlo de esta forma, compartiéndolo aquí para que lo imaginen. Como sacado de una película surrealista.

martes, 29 de agosto de 2006

Verdugo de uno mismo

Antes de que dejara de existir, el gran existencialista francés Jean-Paul Sartre sentenciaría:

"El hombre se presenta como una elección por realizar, y al querer la libertad descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los demás y la libertad de los demás depende de la nuestra."
Tener la libertad de elegir,
¡Qué gran responsabilidad!
Tome una cucharada de libre albedrío
y le provocará la náusea.

lunes, 28 de agosto de 2006

Me duele la pata

Me duele la rodillaaaaaaaaaaa
y acaba de llegar una chiquitillaaaaaaa
que quizá sea de donde tomaron la Bastillaaaaaa
porque definitivamente no es de Banderillaaaaaa
¿Qué? Hasta aquí puedo ser mamón, ¿no?
De eso se trata, no hay guión.

miércoles, 23 de agosto de 2006

Falsos honores

En México, como en otros países seguramente, hay una tendencia a vanagloriarse de un compatriota cuando éste hizo algo bueno que repercutiera en el extranjero, y justificar de esta manera que los mexicanos por extensión somos chingones en ese algo. O peor, quienes nos gobiernan toman estos hechos aislados como escaparate para ejemplificar que en ese campo se está haciendo algo relevante y que, por tanto, las autoridades están haciendo las cosas bien -no roban, nos civilizan-.

Caso concreto el que ocurriera hace unos días, cuando José Everardo Cristóbal Quirino, oriundo de Pátzcuaro, Michoacán, se coronara campeón mundial de canotaje en cierta ciudad húngara. Pronto los noticieros y medios de información impresa se llenaron con notas acerca del logro del paisano. Las líneas versaban en el mismo tenor: qué honor ser el primer lugar en algo "productivo", pues es sabido que en varios rubros ignominiosos sí ocupamos los primeros puestos. Rápidamente, la Comisión Nacional del Deporte (CONADE) se colgó el mérito que este hecho representaba, aunque en los reportajes que se hicieron sobre el canoísta campeón se mostraba su origen humilde, y se daba cuenta de que su vida en Urandén, una isla de Michoacán, exigía utilizar su lancha para realizar cualquier actividad cotidiana. También se menciona que comenzó a entrenar desde los 12 años, pero eso, al menos yo, lo pongo en duda.

¿Por qué? Primero, porque el canotaje no es un deporte que se practique mucho en México, así que ¿qué familia con pocos recursos va a poder solventar el entrenamiento necesario para un deporte así? Por sentido común podríamos pensar que si Everardo destacó en este deporte fue más por su necesidad de viajar todos los días en lancha para salir de su isla, que por el entrenamiento que pudo haber recibido de la CONADE. Sé que peco de escéptico, pero seamos realistas, si la CONADE fuera un organismo de calidad, sobresaldríamos en varios deportes, al menos en los que son más populares en el país, y no tendríamos campeones de deportes poco practicados, como canotaje, pesas, tiro al arco, entre otros.

Nos topamos con el manejo del discurso como una herramienta del sistema. Nos venden la idea de que somos los mejores en algo, y con la vapuleada autoestima de nuestro pueblo la compramos sin ningún reparo. De esta manera cubren la cuota de los resultados favorables que deben darnos. Pero debemos detenernos a pensar más lo que atendemos en las noticias. No pongo en duda que el sueño del joven haya sido convertirse en campeón, por algo practicaba ese deporte, y eso es lo más respetable. Pero analicemos más lo que de ello quieran sacar personas que sólo se cuelgan de la hazaña, pero que poco o nada tuvieron (tuvimos) que ver para que se concretara.

Como este, podríamos citar muchos más ejemplos en otros ámbitos, como el cultural, que quizá sea más preocupante. No debemos confundir el hecho de que tener un ganador del Premio Cervantes signifique que somos un país culto. Si bien siento orgullo por el Mtro. Pitol, los homenajes que se le han hecho, por ser tantos, se vuelven vacuos y se asemejan más a cualquier celebración propia de la socialitè que al mundo literario -aunque sepamos también que éste practica dichas costumbres, prueba de ello las presentaciones de libros, que se vuelven puntos de reunión para, después de hacer el brindis, se decida en qué cantina o casa se va a seguir la peda; congresos, que muchos de ellos son espacios donde periódicamente se reúne el mismo círculo de amigos para alabarse entre sí; firma de obras, simulando a cualquier cantantucho de La Academia; etcétera.


Pero bueno, I might be wrong.

lunes, 14 de agosto de 2006

Nuevo trabajo

Hoy comencé otra etapa (una más en 2006). Esta vez se trata de un nuevo trabajo, el segundo en mi corta vida laboral. Desde el pasado viernes dejé de trabajar como corrector de estilo y ahora se me presenta una oportunidad en la Escuela para Estudiantes Extranjeros (EEE) como encargado del centro de autoacceso. Por el momento todo está muy tranquilo, ya que aún no comienza el semestre de otoño, pero parece que aun cuando empiece esto no representará mucha responsabilidad o presión. Puedo tomar esto como algo positivo, pensando en que así podré terminar mi tesis en mis ratos libres, o como algo negativo, entendiendo que la inactividad me atrofie y termine por acostumbrarme al ritmo semi-lento de esta chamba.

Por lo pronto lo tomo como cualquier cosa nueva en mi vida, como algo interesante que podrá enseñarme mucho e irá trazando mi camino. Espero que con el paso de los días una mejor oportunidad surja aquí, como el dar clases a los extranjeros, o bien enterarme de alguna beca al extranjero o hasta una oportunidad de trabajo o de posgrado fuera de México.

Ésas son las nuevas al quince de agosto.

Ahora mismo estoy revisando los formatos que deberé llenar para hacer los reportes que corresponden a esta área. El semestre para los alienígenos comenzará el 31 de agosto, según el calendario que está junto al mouse, así que tendré casi dos semanas para ir ambientándome, revisar el material con el que cuenta el centro y para ir pensando qué propuestas tengo para que esto mejore. Tres jóvenes, dos de Nevada y una de Pennsylvania están ocupando la internet seguramente para avisarle a sus amigos que ya están en un pueblito de México, y que sorpresivamente no es como en las películas, que aún no han encontrado al borracho dormido junto a un nopal con su botella de tequila en los brazos, pero que creen que por ahí estará escondido. Comenzaron a hablar en español, pero sólo aguantaron tres frases y terminaron usando su lengua materna por comodidad, imagino. Ahora se presentan y se nota una especie de comunión, porque se saben paisanos. Yo ya experimenté eso y es muy interesante el choque cultural, también por ello acepté este trabajo. Probablemente, desocupado lector, encuentres algunas anotaciones etnológicas que sucedan en la EEE.