lunes, 29 de octubre de 2007

Manifest 2007

Post que debió haberse publicado hace algunos ayeres (de hecho guardé el borrador desde el 29 de octubre como se ve arriba), sale sin embargo hoy, 16 de noviembre a las once de la mañana, pues no tengo mucho que hacer y era una entrada pendiente.

Manifest 2007. Mi primer festival de rock

I. Rocktubre o de cómo me enteré del festival.

El mes de octubre fue uno plagado de conciertos en nuestro país (mejor dicho, en el DF). Varias bandas de calidad visitaron tierras aztecas y entre tanta música antojable yo tenía que asistir a alguna presentación. Primeramente fueron los Killers mis elegidos: vendrían a presentarse en el Motorokr junto a Incubus, Austin TV, Volovan y otras banditas locales. Ya estaba pensando cómo hacerle, pues sería un festival largo, todo un viernes, lo cual me haría faltar al trabajo, aunque no me importaba correr el riesgo. Cuando se lo platiqué a algunos amigos, Cheto me dijo que también había escuchado el rumor de que vendría Interpol. "Aaah... (carita pensativa)" fue mi respuesta. Lo verifiqué en la red, "Interpol en México" ingresé en el espacio de búsqueda y encontré un tal Manifest 2007. Una página bien hecha, con colores contrastantes donde me enteré que vendrían varias bandas justo ocho días después del dichoso Motorokr, es decir, un sábado, lo cual se acomodaba más con mis horarios, aunque sobra decir que lo que más me llamó la atención fue que Interpol se presentaba. Además, iba a ser al aire libre, un festival como esos que había visto tantas veces en la tele, que abarcaba varias horas. Me latía la idea.

II. Preparativos o "chingue su madre, vamos, a ver qué sale"

Comencé a convocar a la flota, para sentirme más seguro, además, siempre hemos dicho que sería chido ir a un concierto todos, pero a la mera hora... pues ya sabemos. Empezamos a echar números:

a) $590 del boleto más comisión de ticketmaster ----> 700 varos;
b) $450 de camión, redondeándole unos ------------> 500 varos;
c) $300 de comida y bebida ------------------------> 300 varos;
d) $200, el souvenir, la playerilla, la taza, llévelo ---> 200 varos;
E) $300, por aquello del no te atores, --------------> 300 varos;
--------------------------------------GRAN TOTAL 2mil varos.

A dos mil tenía que ascender el ahorro, y desde ahí muchos ya le pensábamos, pero hicimos el esfuerzo y al final, por diferentes causas (no sólo pecuniarias) terminaríamos apuntándonos como seguros el buen Cheto (una vez más :-s jeje n_n) y su servilleta. Bueno, pero ¿de qué se trataba todo esto?

III. Alineación o a qué hora tendremos tiempo para comer, mear o echarnos en el pasto

Ahora teníamos que decidir a qué bandas veríamos, y para eso primero teníamos que conocerlas. Los horarios nos permitían ver casi a todas. Comencé a hacer mi búsqueda tanto en myspace como en las mismas páginas de las bandas, o bien bajando el disco de donde se dejara. Así conocí a The Horrors, The Whitest Boy Alive, The Rapture (ya lo conocía pero lo escuché un poco más), Teddy Bears, Yo la tengo, y ya, las demás me valían.

IV. El concierto o ya me castré de hacerle a la mamada, mejor me voy al meollo del asunto

Resumo cómo llegamos a la Alameda Santa Fe, sede del manifest: viajamos en ADO la madrugada del 27 de octubre. Llegamos al DF, desayunamos por ahí, rolamos por Reforma, llegamos al Auditorio, un camión nos llevó hasta el recinto, nos formamos por una larga hora viendo puro mocoso uniformado de indie rocker o whatever, no me dejaron meter unos doritos nachos :-( , nos acomodamos en una lomita disfrutando de una chela y un tabaco antes de que dieran las 2, hora del inicio del festival.

La primera banda (The Seamus) nos la perdimos porque nos equivocamos de escenario, ¡ja! Nada de qué arrepentirse, creo. Luego encontramos a Los Concorde, irrelevantes. Luego Chikita Violenta, aguantamos dos rolas, y regresamos por más chelas y a ver a los Whitest Boy Alive, la primera sorpresa del día. Había escuchado su disco unas tres veces antes de verlos, y pude identificar algunas canciones, me gustaron mucho cómo se acoplaron, a pesar de que el sonido no fue de lo mejor (poca madre), la voz de Erlend Oye, los teclados, el bajo, la bataca, todo muy chidito. Prendieron. Después de verlos a ellos supuestamente nos daríamos tiempo para comer y demás, pues tocarían en un escenario Jumbo y en otro Titán, y pues como que no era la intención.

Regresamos al escenario rojo a ver a Yo la tengo, sin embargo llegamos enojados por no haber podido comprar ni comida ni bebida por la pésima organización. Era como estar en una kermese, comprando primero los boletitos y luego yéndolos a cambiar. Por ello, y porque el frío comenzaba a arreciar, quizá fue que no disfruté en absoluto a Yo la tengo, a pesar de tener tan buenas referencias de ellos. Simplemente no se dio el clic. Preferí ir a hacer cola para comprar unas chelas (que no había), durante una hora, escuchando la hilarante plática de dos pubertos pachecos, cito: "no maaames, anda suelto el duendeciiiiiiiillo jajajaja" (comentario después de que un olor a marihuana fue percibido en las cercanías del stand). Cuando comenzaba a dejar de sentir las manos por el frío, llegaron las gracielas. Tanto pedo pa dos pinches chelas, porque la nena del Cheto me había mandado un mensaje diciendo "si estás en las chelas, no me traigas porque hace un chingo de frío". Eso me pasa por ir con putos jajaja. Ya cuando regresé a buscarlo iba a comenzar a tocar The Rapture.

Nos colamos entre la multitud y le di la bebida a pesar de que no quería. Le eché el coco-wash de que con eso se le quitaría el frío porque su cuerpo se templaría y la mamada, y funcionó. Pero seguíamos sin comer desde la mañana, pero ya nos habíamos resignado. Antes de que saliera The Rapture veíamos en las pantallas gigantes a los Teddy Bears desde el otro escenario. Pensé que hubiera sido chido verlos, pero pues ya estábamos ahí. Aparecieron y comenzó el desmadre. Una hora brincos, buen ritmo y mucho ambiente, pues los dos que cantan en The Rapture nos pusieron a movernos, a olvidarnos del frío. Preferí su música en vivo que cuando los había escuchado en iPod. Como a las 9 acabó y ahora teníamos que esperar media hora para que Interpol llegara. Mucha flota había evacuado ese lugar para ir a ver a The Horrors al otro escenario, pero nosotros ya no quisimos movernos de ahí (ahora creemos que la cagamos). Yo me escabullí al baño y de regreso encontré a un señor-oasis que vendía mini pizzas. Compré un par y ya así por fin comimos algo.

Anunciaron a Interpol. Ya no estábamos en el mismo lugar porque entre tanta gente nos habían empujado un poco a la izquierda y ya no teníamos una vista tan buena. Además, me tocó estar detrás de una garrocha, tons me tuve que acostumbrar a asomarme. El dolor en la espalda comenzó a matarme. La música era fenomenal, pero el dolor, el frío, la gente empujando, los babosos que van a cantar en lugar de escuchar (imbéciles, canten en el baño o en su coche. Bueno, yo también canté a ratitos jaja), y la parsimonía de la banda, como que no lograron hacerme olvidar que estaba incómodo. Interpol interpreta magistralmente su música, sin embargo tienen esa pose de hueva que hace ver a un contrabajista de cualquier orquesta filarmónica más prendido. Cuando llegó el encore, nos moveríamos hacia otro lugar, más alejado y cómodo, donde debimos haber visto todo el concierto pues se escuchaba mejor y podías sentarte o buscar un lugar más agradable. Finalizó a las 11 y salimos. Teníamos que regresar esa misma noche pues no teníamos a dónde quedarnos.

Souvenir pequeño. Viaje en camión de regreso al auditorio. Metro a Tacubaya. Metro a San Lázaro: unavailable. Par de desconocidos que iban a la TAPO. Taxi a la TAPO con los desconocidos. Carrera para llegar antes de que se fuera el último ADO de la noche. Arribo a los andenes como de película. Descanso de nuestra espalda. Cambio de horario. Viaje de 4 horas (3 con el nuevo horario). Camita, dulce camita. Misión cumplida.

viernes, 19 de octubre de 2007

Kiko ¬¬

¿A quién se le ocurre nombrar a un fenómeno meteorológico Kiko?

Como ya sabrán, una tormenta tropical con ese nombre acecha las costas del sureste mexicano. Dicen que podría convertirse en Huracán, esperemos que no sea así, o que no deje daños considerables. Pero de así hacerlo, imaginen los encabezados en la prensa:


"Deja Kiko a más de 100 mil familias sin hogar"









Y el otro...



"El ojo de Kiko entrará esta noche al estado de Guerrero"











y el otro...





"Kiko sacude Punta San Telmo y se debilita en su camino hacia el norte"











y el otro...

jueves, 18 de octubre de 2007

Aplicando la "Sartreiña"

Ayer fui notificado por el buen Armandís de Mina que había sido acreedor del premio Blog solidario.

Hoy le agradezco el reconocimiento, sin embargo, debo aplicar la "Sartreiña" porque, en pocas palabras, no me simpatizó la mecánica del galardón.

Puedo dar varias razones, claro, que me salvarían de quedar como un mamón, aunque sé que Armandís me entenderá. No obstante, menciono un par que son básicas: creo no alcanzar 7 amigos blogueros y simplemente me dan hueva las cadenitas y que me digan qué hacer. Creo que el mejor premio es que me lean y me comenten, con eso me basta. Quizá no soy un buen blogger, me falta madurar, salir de la burbuja, pero bueno, cuando aparezca alguna dinámica más interesante, no dejes de tomarme en cuenta, mi buen caballero andante.

viernes, 5 de octubre de 2007

Eucanasia

Esta entrada la tuve 10 días como borrador y fueron 5 después de lo que sucedió que me decidí a escribirla (sale a luz hoy, 16 de octubre). Habla sobre la vida y muerte de mi perra, Oyuki.

Por alguna extraña razón, nunca he sabido su edad exacta. La perra llegó a la casa en medio de una nube de acontecimientos. Primero, habían envenenado a mis anteriores 2 perros (Bobby y Grizzly) y yo ya no quería saber nada de canes, sin embargo, por aquellos días teníamos la idea de que alguien podría meterse a robar a la casa (¿robar qué?, ahora me pregunto) y mi mamá quería que hubiera una perro en el patio trasero y la azotea para asustar al salteador. Segundo, también, cuando Oyuki llegó, mi papá se había ido de la casa. Coincidió con esa época, quizá por eso no recuerdo exactamente en qué momento apareció (lo bloqueé o algo así). Tercero, los problemas propios de la adolescencia (estar ausente del mundo, etcétera).

En fin, la edad de Oyuki siempre fue un enigma. Mi mamá dice que murió a los 12 ó 13 años, pero ayer me preguntaba una cosa: hace 12 o 13 años yo llevaba, si acaso, un año viviendo en donde ahora vivo, y Bobby y Grizzly vivieron con nosotros mínimo 2 años, o sea que Oyuki debió haber llegado a la casa hace 10, aproximadamente. En conclusión, según mis cuentas, Oyuki no superaba los 11 años de vida (aun así ya estaba viejita).

¿Cómo fue su vida?

Oyuki murió sin conocer el amor, como toda una señorita. O al menos eso quise creer. En su juventud tratamos de que retozara como cualquier animal, con un perro de su misma raza, pero todos le parecían repulsivos porque siempre terminaba madreándolos. Al menos hubo tres intentos y nada. Una vez hasta se quedó toda una tarde en una casa abandonada con un patio enorme con otro Akita hermoso y nomás nada.

Comencé a dudar sobre su sexualidad, ¿acaso era una perra lesbiana?, o a lo mejor sufría de frigidez canina, pero por más que busqué un ginecanólogo, nunca lo encontré.

El tiempo y el descuido me darían la respuesta: Oyuki, por más señorita de casa que fuera, y por más pedigree que tuviera, no dejaba de ser una perra (léase bitch) como cualquier otra mujer reprimida. Lo que en realidad quería era una aventura con un perro callejero. A ella no le interesaba la buena familia de sus similares, ni el shampoo antipulgas que usaban, ni siquiera si comían croquetas light o no; lo que ella quería era sentirse viva con un perro de mundo, un animal que tuviera experiencia y supiera cómo complacer a una dama.

Y así sucedió. Un sábado salió al garage y al ver la puerta abierta, sus hormonas la condujeron a la calle. Pronto encontraría al que, supongo, sería el único que la llevaría a conocer terrenos supraterrenales. Un amor fugaz, de esos que dejan cicatriz. Y así lo haría literalmente.

Al darnos cuenta de la ausencia de Oyuki, saldríamos en su búsqueda. Pronto la encontraríamos jugueteando en un terreno baldío (quizá cuando algunos humanos fuman después de haberlo hecho, los perros juegan, como un "ritual postcoitum"). Tenía las ancas ensangrentadas y se le veía una cara de felicidad como nunca. Pensamos lo peor. Un pinche perro todo mugroso y lanudo se alejaba esquivando las piedras lanzadas por mis manos que lo buscaban como blanco. Oyuki lo veía partir y con la lengua de fuera le decía adiós. El perro, entre la lluvia de piedras y palos, volteaba a despedirse con la cola entre las patas. En la casa todos estábamos consternados. Oyuki había perdido la doncellez con un mestizo.

Determinamos llevarla con un doctor para que abortara. La inyectaron una vez y nos dijeron que la lleváramos nuevamente un mes después, pero lo olvidamos. En la siguiente época de celo la llevamos con ese Akita hermoso que era dueño de tierras abandonadas. Los dejamos solos todo un día para que tuvieran un amorío bucólico, como toda una princesita de cuento. Cuando fuimos a recogerla Oyuki estaba emocionada al verme. Por fin seré abuelo, me dije, pero el padre no daba la cara. Su dueño lo llamó y no aparecía. ¿Dónde se había metido? Fuimos a encontrarlo abajo de un lavadero, aterrado. Nunca supimos si fue pánico escénico o que Oyuki le había propinado otra madriza al defender su honor —y el de aquel perrito de taquería—.

Dos o tres meses después el vientre de Oyuki había crecido. Me sentía muy orgulloso, pensé que finalmente vería el producto de mi perrita: unos lindos cachorros pura raza. Quizá aquel Akita era bastante tímido y después de fecundarla pasaba por un momento de vergüenza, por eso lo habíamos visto así... pero no. Una seudo veterinaria nos había dado falsas esperanzas: la perrita sí estaba embarazada, quizá nacerían 4 ó 5 cachorritos (hasta le hizo el tacto). Sin embargo, con el paso de los días, el hambre de Oyuki fue menguando y sus ganas de vivir también. La veíamos rara, no hacía nada, sólo se quedaba echada y tomaba agua. Hasta que un día decidimos llevarla con otro doctor porque el alumbramiento nada más no llegaba. El veterinario, irónicamente especialista en razas pequeñas, diagnosticó que era necesario operarla de urgencia pues la perra tenía una infección en la matriz, posiblemente consecuencia de la inyección abortiva. Al siguiente día la operamos. Me incluyo pues como era sábado el auxiliar del doctor no había trabajado y el galeno me pedía que lo apoyase en la cirugía. Me limité a suministrar el sedante y a pasarle algunos instrumentos necesarios para abrirla. La vi toda por dentro. 8 litros de pus le salieron. Tuvo que extirpar su órgano reproductor, ya que estaba infectado y no era posible dejarlo. Oyuki nunca más podría ser capaz de tener descendencia. (Aquí hago el vínculo con la parte donde dije que aquel amor le dejaría una cicatriz).

El doctor nos advirtió que por el cambio hormonal su humor se volvería más arisco. Corría el riesgo de volverse una perra violenta, pero no fue así. Al contrario, desde entonces Oyuki y yo tuvimos una relación más apegada. Todas las noches salíamos a caminar. Como era obesa, necesitaba estar a dieta y yo la consentía. Así pasaron otros años y nunca sufrió de nada. Hasta que un día se lastimó una patita. A partir de ahí comenzó a sufrir achaques. Casi no caminaba. Pensamos que no se recuperaría, pero varias veces lo hizo. Renacía y volvía a tener la energía de antes.

¿Cómo fue su muerte?

Pero ya en sus últimos meses sufrió otro grave problema, el riñón. No controlaba sus esfínteres y se orinaba o defecaba al estar acostada. Comenzó a volverse algo insufrible. El olor, el tener que limpiarla a cada rato, todo fue orillándonos en pensar en la alternativa de la "eucanasia". Yo nunca estuve totalmente de acuerdo ya que veía que ella no sufría aún, sólo a ratos. Pero mi mamá y su esposo ya no lo soportaban y tomaron la decisión.

El pasado sábado 30 de septiembre yo iba a visitar a mi papá a Veracruz. A eso de la 1:30 p.m. me despedí de mi madre. Los dos estábamos enojados. Yo, porque sabía lo que harían, y ella, porque tenía que ponerse en ese estado para no dudar. Incluso me dijo que si hubiera bañado a Oyuki ese día no la matarían, pero yo sabía que era un comentario para liberarse de la culpa. Salí al patio trasero y la vi, echadita tomando el sol. Cuando me agaché para acariciarla vi que tenía una de sus patitas delanteras metida bajo el pecho, y al tocarle la cabeza noté que temblaba, como si lo presintiera. Cada vez que le pasaba mi mano por su cabeza y cara, temblaba. Le hablé, le dije que todo iba a estar bien después, que la quería mucho y que no la olvidaría nunca. En ese momento una lágrima se asomó. Es muy difícil que yo llore, pero sólo me bastó apretar los ojos y sollozar un poco para que las lágrimas escurrieran con más presteza. Apreté el nudo que tenía en la garganta y di la vuelta. Al salir de mi casa mi madre hablaba por teléfono. Sólo alcé la mano para decirle adiós. Vio mis ojos llorosos. Mi hermano también y se quedó sorprendido. Se me ocurrió decirle "Le tomas una foto", pero fue una mala idea porque contestó "¿Cuando esté muerta?"... Sólo me hizo enojar más.

No sé a qué hora exactamente habrá muerto. Yo no hubiera soportado presenciar la ejecución, por eso también me fui al puerto. Dice mi hermano que antes de “dormirla” la sacó al parque donde siempre la llevábamos. Iba contenta pues pensaba que le tocaba paseo, no se imaginaba que sería el último. Corría con dificultad pero con ganas de llegar al parquecito. Después de hacer sus necesidades y darle una vuelta al fraccionamiento, regresaría a la casa pero el doctor-verdugo, el-esposo-de-mi-mamá-cómplice y hasta el-barrendero-sepultador la llevarían a un terreno baldío (quizá donde años atrás conociera su único amor) donde, en medio de la hierba crecida y junto a una fosa, aplicarían la inyección letal que la llevaría al final del camino. No he querido preguntar si sufrió o cómo fue ese momento. Lo que sé es por oídas o porque lo supongo. Podrá pensarse que es una exageración, pero recuerdo que cuando iba viajando en el ADO, hubo unos minutos en los que me sentí raro. Quizá fue sugestión e imaginé que en ese momento estarían matando a Oyuki. No lo sé. Sólo sé que el domingo que regresé a mi casa ya nada era igual. La mancha negra que solía aullarme a mi llegada pidiéndome que la paseara, no lo haría nunca más.