Absténganse de leer este post los/las no metiches y los/las desinteresados/as en el futbol, porque se trata nada más y nada menos que de un relatito sobre cómo me fue en el partido Chivas vs. América que se disputó el pasado domingo 2 de dic.
Todo comenzó una semana antes, cuando se definió la semifinal del torneo y quedaron los equipos más populares de México como rivales. Yo he apoyado a las Chivas de Guadalajara toda mi vida, lo heredé de mi padre del mismo modo que se transmite la religión, sin preguntarse el porqué, ya más tarde me di cuenta que me sentía a gusto apoyándolos. Recuerdo con gusto cuando ocurrían estos eventos especiales en que el rebaño sagrado se enfrentaba a las águilas. Normalmente nos reuníamos en ya fuera en mi casa o en casa de mi tío Pepe que es americanista. Era la rivalidad de familia contra familia, pues nosotros somos rayados y ellos amarillos, entonces se creaba una tensión en el ambiente, además de que por cada gol de un equipo, los otros sufrían mucho y eran objeto de burla, o viceversa. Y es que un clásico de fútbol soccer no es cualquier cosa, no en México y explicaré sencillamente por qué: hay dos enajenantes culturales principalmente en este país (no me atrevo a decir cuál influye más en la sociedad), la religión católica y el futbol. Quizá la primera tenga más influencia, ya que existen muchos rituales donde se hace presente el fervor católico -la próxima celebración guadalupana, las fiestas patronales de cada pueblito, semana santa y cualquier ocurrencia donde la gente se sienta en deuda con algún santito para agradecerle o pedirle algo-; por otro lado, en el futbol también se celebra cada fin de semana pequeños rituales donde la gente se idiotiza viendo la televisión o si tiene suerte, yendo al estadio a apoyar a algún equipo. Sin embargo el evento deportivo por antonomasia es el clásico de futbol, Chivas contra América. Hay muchas cosas de por medio, desde el orgullo de un aficionado, hasta dinero o alguna otra apuesta más original, que muchas veces tiene que ver con hacer el ridículo (recuerdo haber rapado a mi primo César hace algunos años por esto).
Pero el punto central fue lo que pasó este domingo. El lunes comencé a investigar si vendían los boletos en ticketmaster pero no aparecían, también busqué en los clasificados del diario, y nada. Por suerte, mi mamá me avisó que un compañero del trabajo estaba organizando un tour al Azteca, así que sólo tenía que confirmarle cuántos boletos querría. Al pasar la voz con mis amigos y primos, acordamos que iríamos 10 personas y quizá más, sin embargo al momento de pagar sólo nos juntamos 6: César, Pepe, Jonathan (americanistas), Javier, Jorge y yo (chivas). El viaje prometía mucha emoción y aseguraba el sufrimiento de la mitad de los integrantes.
El domingo salimos a las siete de la mañana, para que las personas que llevaban boleto general llegaran temprano y alcanzaran un buen lugar. Pasamos a desayunar a Apizaco unas tortas y aun así llegamos a las 2pm, con todo y tráfico, a Perisur, donde nos bajaron para hacer tiempo en lo que abrían el estadio. Nosotros decidimos buscar un lugar dónde Jorge y Jonathan se curaran la cruda que llevaban, entonces fuimos a un restaurante a tomar un par de cervezas. Luego pasaron a Wal-Mart a comprar una botella para comenzar a alegrarse antes de entrar al estadio, al cual llegamos alrededor de las 4:30pm, media hora antes de que abrieran las puertas. En esa media hora nos acabamos la botella formados en las filas, bajo la lluvia, ya escuchando las primeras porras hacia los dos equipos. Entramos a las 5 y nos llevaron hasta nuestro lugar. Al entrar al estadio quedé, quedamos, anonadados de ver lo enorme que es, y eso que aún no estaba lleno. No vendían cervezas como medida de seguridad hasta las 7:30pm., así es que estuvimos dos horas y media sentados, aguantando el frío y comiendo porquerías, antes de que comenzara el duelo. Para cuando comenzaron a vender alcohol a mí ya no se me antojaba por el frío y porque no quería perderme un minuto del juego, y ya se sabe las propiedades de la cerveza y sus consecuencias diuréticas.
Dieron las ocho, ahora sí era impresionante ver el estadio repleto, dicen que le caben entre 110 y 120 mil personas. Había más gente que apoyaba al América, era obvio pues es su casa. Aun así el grito de chivas chivas no faltó. El partido fue emocionante a ratos, y terminó empatado a cero, marcador que le favoreció a mi equipo pues habían ganado 2-0 en el primer encuentro.
Era momento de regresar y eso me preocupaba un poco pues afuera del estadio quizá nos encontraríamos a algunos americanistas resentidos tratando de desquitar su ira con alguien. Afortunadamente no fue así y llegamos sanos y salvos al camión. Yo estaba muy cansado pero feliz por haber sido de los que quedaban satisfechos de eliminar al equipo antagónico. A las 4 de la madrugada llegamos a Xalapa y yo tenía que presentarme a trabajar 5 horas más tarde. No dormí mucho, pero no me importaba pues las chivas están en la final.
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