El pasado sábado jugaron las Chivas en el Pirata Fuente, estadio del Veracruz, y como buen aficionado del conjunto tapatío, me lancé a verlos con mi primo César y con Héctor (Tata y Badajo, respectivamente).
Héctor quedó desde una semana antes que nos conseguiría los boletos con un amigo revendedor, y que costarían alrededor de $300. A mí no me importaba porque se trataba de las Chivas y tenía muchas ganas de ir al partido. Pero comenzaron los problemas...
El primero, que Martha cumplía años el mismo día que el partido, y pues yo quería ir a su fiesta, pero también estaba esperando este partido desde que comenzó el torneo, así que tuve que tomar una decisión. Y como el día anterior habíamos salido a un prefestejo, y su festejo iba a ser en la noche, entonces quedamos en que yo regresaba después del partido y los alcanzaba a donde estuvieran.
El segundo problema fue que llegó el sábado y no teníamos boletos. El plan era llegar una hora antes al estadio y conseguir con los revendedores, y si no encontrábamos, irnos a algún botanero a ver el juego y chelear (ya estando allá, teníamos que aprovechar).
Lo chido fue que Héctor tenía su coche a disposición. El pedo fue que se me olvidó que era Héctor, el güey más impuntual que conozco. Pinche badajo, a las 2:30 pasó a mi casa (el partido era a las 5). Todavía pasó por un regalo a su casa, lo llevamos a una boda y luego pasamos por el Tata.
A las 4pm. estábamos en la gasolinera cargando combustible -tanto para el coche como para nosotros-. Yo no creí que fuéramos a llegar puntuales (todavía recuerdo cuando iba a Veracruz de niño y le preguntaba a mis papás "¿pa, ma, en cuánto tiempo llegamos?" y ellos respondían "en dos horas, pero si quieres duérmete"). No, eso ya quedó atrás... estábamos llegando al estacionamiento junto al estadio a las 4:50 (contando el tráfico de la entrada al puerto y demás). Al bajarme del coche escuché que decían la alineación (de las Chivas, supongo, porque después de cada nombre se escuchaba "PUUTOOO!"). No creí que alcanzáramos boleto. Caminamos para pagar el estacionamiento y pedirle chance al güey que nos cobraba que nos dejara orinar detrás de alguna camioneta. Accedió. Cuando íbamos saliendo del estacionamiento, ya más relajados por haber vaciado la vejiga, se nos acercó una pareja y nos dijo uno "50 el boleto". Nosotros incrédulos, nos acercamos... vimos que eran boletos que costaban originalmente 70, en la zona general. Volteé a ver a mis cuates y los vi dudosos... yo no quise pensar más y les dije "va, aquí está lo mío". Ellos hicieron lo propio. Luego salimos corriendo y el Tata iba diciendo "no mames, se me hace que nos chingaron, estas madres deben ser falsas". Así que pasamos junto a otros revendedores y les preguntamos que de a cómo. Se acercaron como zopilotes, nos los daban en 70, casi casi metiéndonoslos a los bolsillos, pero no aceptamos, sólo queríamos ver si eran iguales a nuestros boletos. Sí, eran auténticos.
"Con boleto en la mano" decían los policías que dejaban entrar al estadio. Ni siquiera revisaron si llevábamos una granada o algo así que está de moda traer en las bolsas, según Bush. Buscábamos la rampa que nos llevara a la zona general, la más alejada, pero no nos importaba, lo habíamos conseguido y ya estábamos adentro del estadio. En nuestro camino pasamos por la entrada a zona de palcos, donde había 3 uniformados impidiendo el paso a varias personas. Me detuve y le dije a Héctor "cómo ves si les decimos que cuánto por entrar". "Pues órale, vamos". César ya iba subiendo pero se regresó a vernos. Al acercarnos, el poli me vio -me imagino que ya conocen las intenciones de gente como nosotros-, me señaló y me dijo "ven, ven". Me acerqué, le enseñé el boleto y en voz baja, sin verme a la cara dijo "cuánto me das?" Y yo "cuánto quieres?". Y Héctor, sacando su chilanguez, espetó "100 por los tres". El poli lo pensó 2 segundos y dijo "órale". Héctor sacó su billetera y le dijo "allá adentro o en caliente?", y el tira dijo "en caliente". Cinco segundos después ya estábamos dentro, en zona preferente, parados, pero viendo muy cerca a los jugadores. Los tres habíamos segregado algo de adrenalina, se nos veía el rostro lleno de alegría porque todo nos estaba saliendo bien (sin tomar en cuenta lo ético).
Como al minuto 30 las chivas ya iban ganando 2-0, el Veracruz tenía un jugador menos y yo estaba bien contento con chela en mano. Pero al minuto anotaron los tiburones, y así, el estadio comenzó a prenderse más y más, apoyándolos, para que al final del partido quedaran 3-2, favor Veracruz, con dos jugadores menos las chivas y yo bien encabronado... pero aún con chela en mano.
Salimos del estadio y nos comunicamos con Jorge, otro primo, para vernos en el boulevard y seguir chupando. Encontramos una palapa donde venden la caguama a $30 (enfrente a la Kachimba, junto al Oxxo, pa quien guste). Ahí estuvimos un buen rato, y yo estaba con el pendiente de regresar al cumple de Martha. Me mandó mensaje y me dijo que irían a la Troje, que los alcanzáramos. A eso de las 12 convencí a Héctor que nos regresáramos. Él dijo que nos traería y él se regresaría, porque acababa de encontrarse con su novia... aceptamos.
Llegamos a la Troje a la 1:30 y ya todos andaban algo ebrios, entonces llegamos al nivel. La pasamos chido también en la troje, ahí ya sin actos de corrupción, y como a las 4 se acabó la fiesta, QUE QUÉEEEEEEEEE! que se acabó la fiesta...
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