miércoles, 6 de julio de 2016

Cualquiera diría

Cualquiera diría que estoy triste. No es así. Lo que pasa es que hoy es uno de esos días en que la tristeza salpica todo lo que te topas. Pero como dije, hoy no me tocaba estar triste. No obstante, puedo apreciar la tristeza, olerla, saborearla, pero sin que me intoxique.

Me explico.

Todo comenzó al salir de la biblioteca a eso de las nueve y media de la noche, cuando en estas fechas apenas está oscureciendo. El azar hizo que el cd que traigo en el coche reprodujera esta canción:


La voz de Mac Demarco, que imagino está suplicándole al destino (a la muerte) que no se lleve a su amiga, me conmueve. No, este no es un lamento de un corazón roto por un romance fallido. Hay una pena de otro tipo, ni mayor ni menor, simplemente diferente.

La segunda pincelada de tristeza la encontré al sumergirme en las primeras páginas de un libro que acababa de recibir por correo y que no pretendía iniciar. (Recibí 3 hoy, por cierto, y quizá por eso es que me he sentido de buen humor. Me gusta recibir libros buenos que me costaron 1 centavo más 3.99 de envío). La cosa es que acababa de cenar y me senté a hojearlos. Tal vez sea que el encuadernado de Sexto Piso hace que tus manos no quieran soltar el libro, o tal vez que la historia del oficinista desdichado que narra Daniel Saldaña París me cautivó. Compré su libro por curiosidad y por el precio. Hasta entonces a DSP sólo le había leído algunos cuentos, poemas y sobre todo tweets, pero tenía mis reservas de entrarle a una novela suya. Lo que pensé que serían sólo unas líneas sentado en el sillón, mientras la cena hacía digestión, se convirtieron en ochenta páginas leídas.


Hubiera leído más páginas si no fuera porque me topé con la tercera (y quizá la más significativa) "tristecería", y de la cual me convierto en fiel fanático desde ya (iba a postearlo en FB pero son de esos placeres que prefieres que duren más tiempo "en incógnito" aunque, uno, ya tiene varios meses que fue el estreno, lo cual quiere decir que soy yo el que llega tarde, y dos, seguro que dentro de poco se hará popular, repito, si no es que ya lo está siendo). Me refiero a Horace and Pete, un programa-de-televisión-no-transmitido-en-televisión, creado por Louis C.K. No voy a escribir sobre qué va porque lo arruinaría --y porque escribir esto me está llevando más tiempo de lo que esperaba y ya tengo sueño--. Sólo diré que fue un hallazgo un tanto sorprendente; muy agradable. La imagen atribulada de Louie quedó plenamente superada. Mientras lo veía noté que mi noche había tenido el mismo matiz cetrino. Al terminarlo confirmo que la tristeza no siempre tiene que ser amarga, y que hay días en que uno debe disfrutar exprimirle cada gota sin el temor de que permanezca el dejo del sabor ascibarado antes de dormir.

[Por cierto, vi sólo el primer episodio en un sitio de streaming gratis, pero en cuanto me encuentre económicamente más estable, me gustaría pagar lo que cuestan los episodios aquí].


1 comentario:

Pac Morshoil dijo...

Y... ¿siempre sí viste Horace and Pete?

En su momento (en cuanto salieron) pagué el acceso, y me dejaron descargarlo en Dropbox. No he vuelto a ver la serie (es DEEEEENSA), pero definitivamente vale la pena. ¿Te paso el acceso?

Saludos, pinshi Polo. A ver si recibes este mensaje, jaja. Me metí a checar los viejos textos de los blogs vinculados al mío.

Abrazom.