martes, 6 de marzo de 2007

80 años de Gaboedad


Motivos sobran para hacerle un pequeño homenaje a Gabriel García Márquez en éste, su 80 aniversario, y sé que este post resultará trillado pues el día de hoy en todos los periódicos y noticieros fueron estelares las notas acerca del cumpleaños del colombiano ganador del Nobel de Literatura. Aun así me animé a rayar algo sobre él porque es piscis, porque me incitó a leer en mi adolescencia y porque la foto que encabeza este escrito y la historia que la acompaña están chidas.

Recuerdo que tenía como 13 años cuando mi mamá llegó de su trabajo con un librote amarillo como regalo de nada, simplemente un regalo (de los que más valen, porque cuando hay motivos suelen ser obligados). Se llamaba Cien años de soledad y lo escribía Gabriel García Márquez, el mismo autor de un libro que había visto en la cama de mi tía Alma cuyo título también había llamado mi atención (Crónica de una muerte anunciada), así que no era del todo desconocido y ya en documentales o periódicos había leído sobre él, pero fue ese día cuando por fin tuve algo suyo en mis manos.

Lo primero que pensé fue que contenía muchas páginas (436 en esa edición) y que me llevaría mucho tiempo leerlas, sin embargo quería hacerlo pues días antes había visto en la televisión que alguien la recomendaba (algún famosillo pendejo, shame on me!). Decidí entonces comenzar la aventura de leer mi primer novela de grandes dimensiones hace poco más de diez años. Hasta este momento me doy cuenta que el 95% de literatura lo he leído en estos últimos 10 años, qué sorpresa. Y no, no me avergüenza decirlo, no fui un niño enfermizo que se la pasaba leyendo a Mark Twain en su infancia, o descubriendo a Jules Verne a sus ocho años. No, yo jugaba nintendo a veces, o echaba el fut en la calle con mis vecinos, o hacía otras cosas normales y dignas de esa edad como ver la tele.

Recuerdo, pues, que mis rutinas de lectura eran como de 5 páginas al día, a veces más a veces menos. Leía antes de dormirme o cuando entraba al baño (expláyate, Neto). Siempre acompañado de un diccionario para ir conociendo más palabras e ir entendiendo mejor la trama. Conforme iba conociendo a los Buendía y me internaba más en Macondo, la expectación aumentaba. Era algo nuevo para mí, literatura de a de veras. El realismo mágico se me presentaba como un género muy agradable y accesible para esa etapa de mi vida. Disfruté y sufrí cada generación de los Buendía.

Después de cinco o seis meses la terminaría, finalmente. Había sido como un reto y como tal al final dejaba un buen sabor de boca. Ahora ya podía decir que había leído una novela. Ahora ya podía decir que había leído al Gabo.

Hace un par de años mi mamá me pidió ese libro para leerlo. Lo encontré aunque en muy malas condiciones (víctima de una inundación), las hojas en mal estado, dobladas y manchadas, pero creo que por ahí está todavía. Eso espero, pues tenía la dedicatoria de mi progenitora que, aunque simple, la recuerdo como el señalamiento que guiaría mis días postreros: la invitación a la literatura.

2 comentarios:

Armandís de Mina dijo...

Yo leí Cien años de soledad como a los 16 años, lo conseguí junto con otros libros del Gabo que estaban por descartar en la biblioteca del CBTIS donde estudiaba. Me gustó y me sigue gustando, lo he leído como siete veces. Ahora tengo una edición más nueva, la primera se estaba deshojando cuando la presté y la carnala de mi cuate lo prestó/regaló/perdió, mi cuate me lo repuso, salí ganando. Una vez lo leí en un solo día (ñoño, ñoño, shame on me!), empecé como a las 0700 h y acabé después de las 0100 del día siguiente; sólo me detenía para ir al baño y para comer.

Don Polo dijo...

El enlace caído en su nombre, si no mal recuerdo, condicía a:
http://anyiko.files.wordpress.com/2012/10/gabriel-garcia-marquez.jpg