miércoles, 23 de agosto de 2006

Falsos honores

En México, como en otros países seguramente, hay una tendencia a vanagloriarse de un compatriota cuando éste hizo algo bueno que repercutiera en el extranjero, y justificar de esta manera que los mexicanos por extensión somos chingones en ese algo. O peor, quienes nos gobiernan toman estos hechos aislados como escaparate para ejemplificar que en ese campo se está haciendo algo relevante y que, por tanto, las autoridades están haciendo las cosas bien -no roban, nos civilizan-.

Caso concreto el que ocurriera hace unos días, cuando José Everardo Cristóbal Quirino, oriundo de Pátzcuaro, Michoacán, se coronara campeón mundial de canotaje en cierta ciudad húngara. Pronto los noticieros y medios de información impresa se llenaron con notas acerca del logro del paisano. Las líneas versaban en el mismo tenor: qué honor ser el primer lugar en algo "productivo", pues es sabido que en varios rubros ignominiosos sí ocupamos los primeros puestos. Rápidamente, la Comisión Nacional del Deporte (CONADE) se colgó el mérito que este hecho representaba, aunque en los reportajes que se hicieron sobre el canoísta campeón se mostraba su origen humilde, y se daba cuenta de que su vida en Urandén, una isla de Michoacán, exigía utilizar su lancha para realizar cualquier actividad cotidiana. También se menciona que comenzó a entrenar desde los 12 años, pero eso, al menos yo, lo pongo en duda.

¿Por qué? Primero, porque el canotaje no es un deporte que se practique mucho en México, así que ¿qué familia con pocos recursos va a poder solventar el entrenamiento necesario para un deporte así? Por sentido común podríamos pensar que si Everardo destacó en este deporte fue más por su necesidad de viajar todos los días en lancha para salir de su isla, que por el entrenamiento que pudo haber recibido de la CONADE. Sé que peco de escéptico, pero seamos realistas, si la CONADE fuera un organismo de calidad, sobresaldríamos en varios deportes, al menos en los que son más populares en el país, y no tendríamos campeones de deportes poco practicados, como canotaje, pesas, tiro al arco, entre otros.

Nos topamos con el manejo del discurso como una herramienta del sistema. Nos venden la idea de que somos los mejores en algo, y con la vapuleada autoestima de nuestro pueblo la compramos sin ningún reparo. De esta manera cubren la cuota de los resultados favorables que deben darnos. Pero debemos detenernos a pensar más lo que atendemos en las noticias. No pongo en duda que el sueño del joven haya sido convertirse en campeón, por algo practicaba ese deporte, y eso es lo más respetable. Pero analicemos más lo que de ello quieran sacar personas que sólo se cuelgan de la hazaña, pero que poco o nada tuvieron (tuvimos) que ver para que se concretara.

Como este, podríamos citar muchos más ejemplos en otros ámbitos, como el cultural, que quizá sea más preocupante. No debemos confundir el hecho de que tener un ganador del Premio Cervantes signifique que somos un país culto. Si bien siento orgullo por el Mtro. Pitol, los homenajes que se le han hecho, por ser tantos, se vuelven vacuos y se asemejan más a cualquier celebración propia de la socialitè que al mundo literario -aunque sepamos también que éste practica dichas costumbres, prueba de ello las presentaciones de libros, que se vuelven puntos de reunión para, después de hacer el brindis, se decida en qué cantina o casa se va a seguir la peda; congresos, que muchos de ellos son espacios donde periódicamente se reúne el mismo círculo de amigos para alabarse entre sí; firma de obras, simulando a cualquier cantantucho de La Academia; etcétera.


Pero bueno, I might be wrong.

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