martes, 15 de noviembre de 2011

Lo irrecuperable


Hoy escuchaba la canción “Inolvidable” en la voz de Tito Rodríguez. Qué chingones son los boleros. Luego me puse a pensar en cómo muchas manifestaciones del arte pueden ser arruinadas por las adaptaciones. Aunque también pueda ocurrir lo opuesto —con menor frecuencia—. Me limitaré a dar un par de ejemplos que reflejan mi primera apreciación, los cuales tienen una obvia explicación generacional: cómo se han contaminado algunos boleros que he conocido por cantautores como Luis Miguel o Charlie Zaa, máximos usurpadores del género, y por otro lado, la apropiación del imaginario de tantos cuentos que ha hecho Disney en sus películas.
¿Qué pasa, entonces? ¿Es válido? ¿Ayuda? Difunde, sí, pero una parte de la esencia original del producto artístico se esfumará y al resto le quedará impregnado este dejo del intérprete nuevo, del adaptador. El espectador o escucha, en estos casos, deberá restregar muy fuerte el cochambre que tiene la versión original por culpa de la copia.
Los que crecimos en los ochenta, nunca podremos quitarnos de la mente la imagen de la niñita rubia que creó Disney cuando leamos a Carroll. Y también será inevitable esperar las inflexiones interminables con las que remata “El sol” sus interpretaciones, al sentarnos a disfrutar de un buen ron, acompañados de voces como de La Lupe, Beny Moré o Ibrahim Ferrer.
Esos detalles irrecuperables hacen del arte algo más nostálgico de lo que ya de por sí es.

Imagen de Camille Rose Garcia, tomada de un blog.